domingo, 29 de abril de 2012



La inquisición actual y las religiosas norteamericanas
Ivone Gebara - Escritora, filósofa e teóloga



Una vez más hemos visto horrorizadas "la evaluación doctrinal" o llamada de atención o castigo dirigido por la Congregación de la Doctrina de la Fe a quien, según ella, sale fuera de la observancia de la correcta doctrina católica. Solo que en esta ocasión el dedo acusador no señala solo a una sola persona, sino a una institución que agrupa y representa a más de 55.000 religiosas de Estados Unidos. Se trata de la Conferencia Nacional de las Religiosas, conocida por su sigla LRWC – Conferencia de Liderazgo Religioso Femenino. Estas religiosas a lo largo de su historia desarrollaron y aún desarrollan una amplia misión educativa por la dignidad de muchas personas y grupos, dentro y fuera de los Estados Unidos.

La mayoría de estas mujeres pertenecientes a diferentes congregaciones nacionales e internacionales, además de su formación humanista cristiana, son intelectuales y profesionales en diferentes campos del conocimiento. Son escritoras, filósofas, biólogas, teólogas y sociólogas, abogadas; tienen un amplio curriculum y competencia reconocida nacional e internacionalmente. También son educadoras, catequistas y promueven la práctica de los derechos humanos.

En muchas situaciones fueron capaces de exponer su vida en favor de personas víctimas de injusticias o se opusieron a las conductas gravemente injustas y opresivas asumidas por el gobierno de los Estados Unidos. Tuve el honor de conocer a algunas de ellas que han sido detenidas porque se pusieron en la primera fila en las manifestaciones que demandaban el cierre de la Escuela de las Américas, institución de Gobierno estadounidense que prepara a militares latinoamericanos para actuar en sus respectivos países de forma cruel y represiva. Estas religiosas son mujeres de reflexión y acción con un largo historial de servicios no sólo en su país, sino en muchos otros.

Actualmente están bajo sospecha y bajo la tutela del Vaticano. Son criticadas por estar en desacuerdo con los obispos, considerados "Los auténticos maestros de la fe y la moral”. Y además, están siendo acusadas de ser partidarias de un feminismo radical, de desviaciones de la doctrina católica romana, de complicidad en la aprobación de las uniones homosexuales y otras acusaciones que nos llegan a espantar por su anacronismo.

¿Que sería un feminismo radical? ¿Cuáles serían sus manifestaciones reales en la vida de las congregaciones religiosas femeninas? ¿Cuáles desviaciones teológicas estarían viviendo las religiosas? ¿Nosotras las mujeres estaríamos siendo vigiladas y castigadas por no conseguir ser fieles a nosotras mismas y a la tradición del Evangelio, a través de un sometimiento ciego al orden jerárquico masculino? ¿Estarán los responsables de las Congregaciones vaticanas ajenos a la gran revolución feminista mundial que tocó todos los continentes e inclusive a las congregaciones religiosas?

Muchas mujeres religiosas en los Estados Unidos y otros países son herederas, maestras y discípulas de una de las expresiones más interesantes del feminismo mundial, particularmente del feminismo teológico que se desarrolló en los Estados Unidos desde finales de la década de los sesenta. Sus ideas originales, críticas y posturas libertarias han llevado a una nueva lectura teológica, que les ha posibilitado acompañar a los movimientos de emancipación de la mujer. De esta manera pudieron contribuir a repensar nuestra tradición religiosa cristiana en el rumbo de superar la invisibilización y la opresión de las mujeres. Crearon también espacios alternativos de formación, textos teológicos y celebrativos para que la tradición del Movimiento de Jesús no fuese abandonada por miles de personas cansadas con el peso de las normas y estructuras religiosas patriarcales.

¿Qué actitudes tomar ante ese anacronismo y la violencia simbólica de los órganos curiales y administrativos de la Iglesia Católica Romana? ¿Qué pensar de su marco de referencia filosófico rígido que asimila lo mejor del ser humano a lo masculino? ¿Qué decir acerca de su visión antropológica unilateral y misógina desde la que interpretan la tradición de Jesús?

¿Qué pensar de este tratamiento administrativo punitivo a partir del cual se nombra a un arzobispo para revisar, orientar y aprobar las decisiones tomadas por la Conferencia de Religiosas como si fuésemos incapaces de discernimiento y lucidez? ¿Seríamos acaso una empresa multinacional capitalista en la que nuestros "productos" deberían acatar los dictados de una línea de producción única? Y para mantenerla ¿debemos ser controladas como autómatas por quienes se consideran dueños y guardianes de la institución? ¿Dónde queda la libertad, la caridad, la creatividad histórica, el amor sororal y fraternal?

Al mismo tiempo que la indignación, nos invade un sentimiento de fidelidad a nuestra dignidad de mujer y el Evangelio anunciado a los pobres y marginados nos invita a reaccionar ante este acto repugnante de injusticia.

No es de ahora que los prelados y los funcionarios de la Iglesia actúan con dos pesos y dos medidas. Por un lado las altas instancias de la Iglesia Católica fueron capaces de acoger nuevamente en su seno a grupos de extrema derecha cuya historia nociva, principalmente para jóvenes y niños, es ampliamente conocida. Pienso especialmente en los Legionarios de Cristo, de Marcial Maciel (México) o en los religiosos de Monseñor Lifevre (Suiza) cuya desobediencia al papa y sus métodos coercitivos para conquistar discípulos es testimoniada por muchos.

Esta misma iglesia institucional acoge y recibe a hombres que le interesan por su poder y repudia a las mujeres que desea mantener sumisas. Con su actitud las expone a críticas ridículas difundidas incluso por medios de comunicación católicos de mala fe. En estas mujeres los prelados parecen reconocer formalmente cierto mérito cuando sus acciones se centran en aquellas tareas tradicionalmente ejercidas por las religiosas en las escuelas y en los hospitales. ¿Pero somos sólo eso?

Somos conscientes de que en ningún momento en los Estados Unidos surgió la más mínima posibilidad de que estas religiosas hubieran violado a jóvenes, adolescentes, niños y ancianos. Ninguna denuncia pública manchó su imagen. De ellas no se dice que se aliaran con los grandes bancos internacionales para su propio beneficio. Ninguna denuncia de tráfico de influencias, intercambio de favores para mantener el silencio de la impunidad. Y aún con toda esa trayectoria ninguna de ellas ha sido canonizada ni beatificada por las autoridades eclesiásticas, como sí lo hicieron en casos de hombres con poder. El reconocimiento de esas mujeres viene de las muchas comunidades y grupos cristianos o no, que comparten su vida y sus trabajos con muchas de ellas. Y estos grupos, ciertamente no callarán ante esa "evaluación doctrinal" injusta. que también los afecta directamente

Plagiando a Jesús en su Evangelio me atrevo a decir: "Tengo pena de estos hombres” que no conocen de cerca las contradicciones y las bellezas de la vida, que no permiten a sus corazones vibrar abiertamente con las alegrías y sufrimientos de las personas, que no aman el tiempo presente, que prefieren la estricta ley a la fiesta de la vida. Solo aprendieron las reglas inflexibles de una doctrina cerrada en una racionalidad ya obsoleta y desde ella juzgan la fe de los demás y especialmente de las mujeres. Tal vez piensan que Dios los aprueba y se somete a ellos y a sus elucubraciones tan lejanas de los que tienen hambre de pan y justicia, de los hambrientos, los abandonados, de las prostituidas, de las violadas y olvidadas.

¿Hasta cuándo tendremos que sufrir bajo su yugo? ¿Qué postura nos inspirará el "Espíritu que sopla donde quiere" para que permanezcamos fieles a la VIDA presente en nosotros?

A las queridas hermanas estadunidenses de la LWRC mi agradecimiento, cariño y solidaridad. Si ustedes están siendo perseguidas por el bien que hacen, probablemente su trabajo producirá abundantes y buenos frutos. Sepan que, unidas a ustedes, mujeres religiosas de otros continentes no permitiremos que silencien vuestra voz. Pero si callaren por un decreto del papel, nosotras haremos de ese decreto una razón más para seguir luchando por la dignidad humana y la libertad que nos constituye. Continuaremos de muchas maneras, anunciando el amor al prójimo como clave de comunión humana y cósmica presente en la tradición de Jesús de Nazaret y en muchas otras, aunque de diferentes maneras. Vamos a seguir tejiendo juntas en nuestro momento histórico un pedazo más de la vasta historia de afirmación de la libertad, el derecho a ser diferentes y pensar diferente y todo esto tratando de no tener miedo a ser feliz.

Abril 2012.


sábado, 21 de abril de 2012

Sobre la Resurrección de Jesús


      Todos estos extensos razonamientos [para probar la resurrección de Jesús], exhalan un profundo aroma a desesperación.  Sin duda, revelan mucho más sobre las personas que se consagran a ellos que acerca de lo que realmente sucedió.  Convierte a los discípulos varones de Jesús en un puñado de intrigantes, y a las mujeres, en ingenuas víctimas que fueron embaucadas para creer que había habido una resurrección cuando sólo se había producido el robo de un cuerpo.  Estas versiones consideran la resurrección como un histérico malentendido o como un fraude.  

Es lo que sucede cuando leemos los Evangelios como si fuesen historia en vez de teología.  Rebajamos la grandeza de sus metáforas, y nos privamos del misterio supremo para quedarnos con una mediocre historia de detectives. 

            Jamás sabremos exactamente qué ocurrió en la tumba, pero sí sabemos algo con certeza: solo las mujeres estaban allí, las mujeres y nada más que las mujeres. Todos los discípulos varones habían huido.

      Las mujeres colocaron a Jesús en la tumba, lo velaron, volvieron al tercer día, y anunciaron la resurrección. Ellas y sólo ellas, sabían lo que había ocurrido. Era su gnosis, su conocimiento secreto. Revelarían parte de él, al menos, a los discípulos varones, pero todos los demás han tenido que aceptar la resurrección según dictaba su fe… La resurrección es un asunto de mujeres.     

      Naturalmente, la resurrección en sentido literal es imposible.  En eso radica justamente la grandeza de la idea.  Pero decir que definitivamente no ocurrió tiene tan poco sentido como decir que sí sucedió.  Porque lo importante de la resurrección no es su sentido literal, sino su sentido metafórico.  O, en otras palabras, no su dimensión física, sino metafísica.

      Es posible concebir que los discípulos de Jesús hayan hecho desaparecer secretamente su cuerpo en mitad de la noche.  Es posible incluso que los guardias del templo lo hayan robado para impedir que surgiera la leyenda de un mártir.  O quizá no haya desaparecido en los hechos, sino sólo en la leyenda.  Todo esto es posible, y a la vez, en última instancia, irrelevante.  Para quienes insisten en los hechos, no puede haber una solución.  La resurrección sólo tiene sentido en otro nivel de conocimiento, un nivel que anula lo fáctico y llega a lo más profundo del alma y del corazón.

      Cuando los sacerdotes egipcios narraban que Isis había reunido todas las partes del cuerpo de Osiris y lo había devuelto a la vida, ninguno de sus adoradores tomaba esta historia de forma literal.  Instintivamente, captaban el poder de la metáfora.  Recibían el consuelo de saber que en la muerte hay un propósito;  el consuelo de pensar en la muerte como parte de la vida, parte del ciclo permanente de la existencia.  Pero, sobre todo, comprendían que el dolor tiene el poder de traer a los muertos a la vida.

      Como sabe todo aquel que haya perdido recientemente a un ser querido, la ausencia de la persona fallecida es tan poderosa como su presencia, o quizá más aún.  La persona física se ha ido, pero el vacío que dejó en el mundo tiene una presencia innegable, su inmensa ausencia, una consistencia casi material.  Y los supervivientes saben que, mientras ellos vivan, también vivirán los que han muerto.  Viven en la mente y en el corazón de quienes lloran su muerte.  Sobreviven en el recuerdo.

      Maryam, María Magdalena y las “otras muchas mujeres” sabían que la esencia de la resurrección no estaba en la carne, sino en el espíritu: el espíritu humano.  “Fue el amor lo que resucitó a Jesús”, declaró Ernest Renan, el gran historiador del cristianismo del siglo XIX, y en verdad así fue.  Lloramos más la muerte de aquellos que amamos más profundamente.  Ya fuese el amor materno de Maryam, el amor sensual de María Magdalena, o la amorosa fe de las otras mujeres, fue esta fuerza la que transformó el dolor en alegría, la desesperación en esperanza, el final en un principio.

      No fue en el dolor, entonces, como Maryam y las mujeres que estaban a su alrededor resucitaron el espíritu de su hijo, sino en el amor.  Así es como a partir de entonces conducirían sus vidas.  Ésta era su sabiduría.

Tomado de:
HAZLETON, LESLEY.  María,  una virgen de carne y hueso.   Madrid: Martínez Roca,  2005.


domingo, 8 de abril de 2012

Pascua de Resurrección



De la RESURRECCIÓN

Se han gastado rodos de tinta y de papel en discusiones torpemente inútiles, tratando de establecer el carácter exacto y a veces hasta científico de la resurrección de Jesús de Nazaret, porque ella determinaría la nuestra. Estas discusiones olvidan un hecho esencial: los textos del segundo testamento que nos remiten a ese hecho son, como la fotografía que ilustra estas reflexiones, lenguaje plástico, simbólico, representativo. No pretenden explicar nada, tampoco están hablando a la razón, pretenden captar una vivencia y hablan al corazón y al sentimiento, pretenden captar la fugacidad de un instante en toda su profundidad. Nos habríamos ahorrado muchos problemas y condenas si hubiéramos respetado en teología y tradición, las rutas del lenguaje poético.


En el final de los relatos evangélicos, canónicos y apócrifos se nos habla de un acontecimiento extraño que desconcierta a unos y a otras y que no es definido con claridad. Las mujeres que van a la tumba a ungir el cuerpo del maestro se la encuentran vacía, se preguntan qué han hecho con su cuerpo, dónde lo han puesto… Una voz angélica les anuncia que ha resucitado…Posteriormente algunos de los discípulos se encuentran aquí o allá: en una habitación cerrada o junto al mar o un largo camino y lo ven, les habla, los consuela… cuando quieren tocarlo, cuando quieren asirlo esta visión desaparece, dejando la profunda convicción de que Jesús está vivo y los/las acompaña y les invita a llevar al mundo su evangelio, su buena noticia.


Si el sentido de los relatos hubiera sido probar  alguna cosa objetivamente, estos nos habrían hablado de que Jesús se había presentado ante el Sanedrín, ante los sumos sacerdotes o ante el procurador romano para mostrarles su poder. Habría desafiado a todos aquellos sectores de la sociedad que lo condenaron y asesinaron. Pero por supuesto el sentido de lo que se nos testimonia no es, ni de lejos, ese. Las manifestaciones de la resurrección se dan en pequeños grupitos aislados, ante personas afectadas en su motivación y esperanza por los acontecimientos de la pasión. Es para ellas para quien Jesús se convierte en fuerza nueva que lanza hacia adelante y que invita a vivir nuevamente. La preciosa y excelente película Jesús de Montreal (Dirección, Denise Arcand, Canadiense – 1989), lo muestra muy lúcida y muy bellamente. La resurrección de Jesús de Nazaret es vida en los otros y las otras.


La pregunta que tenemos que hacernos, es acerca de nuestra propia experiencia de estos hechos que nos son relatados. ¿Jesús es para nosotras hoy, la memoria de un muerto ilustre con una propuesta ética original o por el contrario, es un ser vivo que nos habita y nos conmueve? ¿Una presencia continua que nos sostiene cuando intentamos vivir su mandamiento del amor en medio de dificultades y disfunciones sociales y personales? ¿Somos capaces de resucitar permanentemente ante las distintas  muertes que nos habitan?


¿Podemos decir como Ann Hayden: Soy Resurrección / Soy el Cristo Cósmico?



Carmiña Navia Velasco
Cali, Abril de 2012

domingo, 1 de abril de 2012

JUEVES SANTO, MANDATO DEL AMOR


Hace siglos la iglesia católica centró la celebración del Jueves Santo en la memoria de la institución de la eucaristía, sin embargo si nos centramos en la lectura del texto de Juan, vamos a encontrar un sentido mucho más amplio y rico para esta conmemoración. Los capítulos 13 al 15 del cuarto evangelio, nos presentan a Jesús en la celebración de su última Pascua, en el tiempo inmediatamente anterior a su prendimiento y pasión. Se trata de unos capítulos bastante únicos en la literatura occidental, de los cuales sólo encontramos parangón en la literatura amorosa.

Empiezan la cena, Jesús está con el círculo de sus íntimos para celebrar el rito de la Pascua, quizás el más importante del mundo judío. Es el anfitrión de la noche. Inesperadamente se levanta, se ciñe la cintura y empieza a lavar los pies de cada uno y cada una de sus invitados. Esto nos dice Juan con una intencionalidad absolutamente precisa: El maestro galileo, en un claro gesto de un ritual de iniciación, asume una función y una tarea reservada en su mundo cultural a los esclavos y especialmente a las esclavas, es decir a los últimos de la escala social.

La tarea de lavar los pies a los invitados e invitadas, era una tarea corriente que daba cuenta de la acogida hospitalaria que tenía la cultura judía en grandes ocasiones. La gente llegaba cansada y polvorienta de recorrer caminos y agradecía un poco de bienestar a su llegada. Jesús da esa acogida, pero en su gesto está mostrando otra cosa: no es una jerarquía del poder o el prestigio lo que él propone, es una jerarquía de la solidaridad desde abajo.

Sobre ello nos dice Maríà Corbí:
Lo que Jesús hace en el lavatorio de los pies no es ni doctrina ni mandato; es revelación de la manera de ser del Absoluto, de lo que es, que él manifiesta con su acto.

A continuación inicia –siempre según el testimonio de las comunidades joánicas- sus discursos de despedida. Una vez más, la claridad más rotunda. Se trata para quien quiera marchar por sus caminos (los del Maestro), de estar unidos/as a él como la vid y los sarmientos, unidad que se da en la praxis concreta, no en el deseo o en la formulación.

¿Y de qué se trata esa práctica? No queda ninguna duda tampoco. Todo ese contexto está presidido por el mandato del amor, central en la tradición del discípulo (¿discípula?) amado:

¿En qué se conocerá que son mis discípulos? En que se amen unos a otros como yo los he amado… Y ¿cómo los ha amado? Entregando la vida en ese amor.

Uno se pregunta muchas veces cómo se ha llegado a partir de esta propuesta, éticamente revolucionaria, a una religión que bendice las guerras, que reprime los cuerpos y el amor, que institucionaliza los poderes y las jerarquía, que dicta normas por fuera de toda contextualización y compa-sión, que tapa con dinero los abusos de sus sacerdotes… Uno se pregunta muchas veces… y no encuentra respuesta.

Jueves Santo: La fiesta del amor. Del amor en todas y cada una de sus manifestaciones. El amor como única posibilidad de práctica del círculo de amigas y amigos de Jesús. Una posibilidad bastante inédita para nuestras memorias.



Carmiña Navia Velasco
Abril de 2012 – Cali.