viernes, 24 de agosto de 2012


El Vaticano II, mirada de mujer
 
 

La iglesia católica necesitaba impulsos de renovación, de ello no hay ninguna duda en la distancia. Había pensamientos y búsquedas distintos, ensayos de aperturas, intentos de sintonías con el mundo moderno. El Concilio no sale de la nada, se prepara en procesos anteriores y/o simultáneos: Personajes como León Bloy, Maurice Blondel, Emanuel Mounier, Edir Stein, Dorothy Day, Madeleine Delbrél; teólogos como Marie Dominique Chenù, Ives Congard, Edwar Schillebeeckkx, Henri de Lubac; los movimientos laicales de acción católica especializada; la reflexión teológico-social en Lovaina; los obispos comprometidos con los pobres y la justicia en América Latina… todos estos caminos fueron cristalizando la urgencia de cambios más profundos. Es claro sin embargo que sin el talante profético de Juan XXIII no se habría hecho realidad esta necesidad sentida. 

Los años en que se gesta la teología conciliar son los mismos en los que en América Latina se gesta la teología de la liberación. Estos caminos prepararían de manera especial a la iglesia del subcontinente para la reunión de Medellín que en 1968 actualiza los principales pasos inspirados en el Vaticano II.

 La convocatoria al concilio, su preparación, sus primeros impulsos, generaron un clima de esperanza, de rejuvenecimiento, corrientes intraeclesiales que significaban dinámicas inéditas y novedosas. A pesar de los límites obvios del desarrollo y las conclusiones conciliares, los avances y lo conseguido en este tiempo de trabajo marcó a la iglesia fuertemente y permitió a los cristianos y cristianas una mayor cercanía a la sensibilidad y las preocupaciones modernas.

En las relecturas de este acontecimiento cada uno señala desde su propia sensibilidad esos límites. Jon Sobrino, por ejemplo dice lo siguiente:

La iglesia de los pobres es una clara laguna en el concilio, que no se puede llenar con textos, por muy importantes que sean por otros capítulos. La iglesia reconoce en los pobres y en los que sufren la imagen de su fundador pobre y paciente, se esfuerza en remediar sus necesidades y procura servir en ellos a Cristo. (LG 8). Estas palabras algo dice de la misión de la iglesia y de su espiritualidad, pero no toca su ser pobre, ni su destino de persecución por defender a los pobres. No se tenía en cuenta la dimensión histórica y dialéctica del pobre. Ni menos aún su dimensión salvífica; la iglesia debe servir a los pobres, sí, pero los pobres pueden salvar a la iglesia. [1]

En esta perspectiva de las lagunas, es mucho más lo que se puede decir de la mujer.

El concilio preparó a la iglesia para encontrarse mejor con y en el mundo moderno ante el cual había y continúa habiendo una fractura. El concilio llenó a los católicos de optimismo. Juan XXIII en su discurso inaugural alienta a los conciliares con estas palabras:

La iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la iglesia tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas trágicas de la historia. Porque lo que se exige hoy de la iglesia es que infunda en las venas de la humanidad la virtud perenne, vital y divina del Evangelio…

Nos creemos vislumbrar en medio de tantas tinieblas, no pocos indicios que nos hacen concebir esperanzas de tiempos mejores para la iglesia y la humanidad.[2]

 Señalo algunos ejes como los principales logros de este acontecimiento eclesial:

Ø  Reconocimiento de la dignidad de los laicos y propuesta de una imagen de la iglesia como pueblo de Dios.

Ø  Propuso, aunque ello no se logró plenamente, la democratización de las estructuras propias internas, tratando de eliminar los verticalismos extremos.

Ø  Impulsó el aggiornamento,  es decir la atención a los signos de los tiempos y la sintonía con el desarrollo del mundo actual.

Ø  Igualmente se avanzó mucho en el contacto directo de los y las católicos con la Palabra,  a partir del Concilio la Biblia se difundió entre laicas y laicos, cosa no pensable antes.

 Es claro que desde los impulsos iníciales y desde las intuiciones se realizó un esfuerzo, pero ese esfuerzo no dio de sí todo lo que se esperaba: la estructura eclesial con su peso de siglos impuso sus dinámicas de poder y exclusión. Gladys Parentelli, una de las mujeres latinoamericanas presente en los corredores del Vaticano, nos habla en estos términos de su profunda decepción:

En esa época yo me encontraba bien desorientada, decepcionada de la iglesia o de ese feo rostro de la iglesia que estaba conociendo. Recuerdo que en un oportunidad, erré durante horas por las calles de Roma, pensando en todo eso, y de repente, me encontré al borde del río Tíber, que me miraba desde su cauce de aguas turbulentas, marrones, contaminadas, y hasta, pienso, que llegué a preguntarme si tirándome al Tíber no se solucionaría, de una vez, toda esa sucia situación en la cual me encontraba. Mi desilusión era tal que eso me llevó a decidir no seguir allí perdiendo mi tiempo y regresar a Lovaina a continuar con mi trabajo. Aunque debo reconocer que esa fue una época de aprendizaje de todo tipo, especialmente acerca de los métodos de la curia. Regresé a Lovaina y ya no volví a asistir a la sesión del Concilio, que se clausuró ese mismo año. [3]

 Juan XXIII primero y Pablo VI después, con mayor buena voluntad que lucidez o posibilidades reales, nombra a 17 mujeres auditoras en el Concilio. Estos nombramientos que se hicieron por etapas, tuvieron mucha resistencia en la curia vaticana y su puesta en marcha y publicación se torpedearon continuamente. Fueron nombradas mujeres religiosas: superioras mayores y directoras y acompañantes de algunos movimientos internacionales de acción católica. Su labor fue absolutamente nominal: pudieron participar en las actividades aledañas al desarrollo mismo de las sesiones, pudieron llegar al Vaticano a algunas plenarias, pudieron estar presentes en la sala de prensa, pero nada más. No tuvieron ni siquiera la oportunidad de opinar sobre ninguno de los documentos a pesar de haberlo pedido. El nombre de auditoras pareció responder más bien a un deseo por parte de ambos Papas de un cierto testimonio de mujeres en el hecho mismo del Concilio sin que de ello se pudiera derivar ninguna intervención por su parte.

De otro lado la mención de la mujer en los documentos conciliares es totalmente marginal y circunstancial, sin que esas menciones conlleven, sugieran o motiven ninguna profundización en su verdadera realidad intra o extraeclesial. Quizás lo más significativo lo encontramos en la Constitución, Gaudium et spes, nº 29:

Es evidente que no todos los hombres son iguales en lo que toca a la capacidad física y a las cualidades intelectuales y morales. Sin embargo toda forma de discriminación en los derechos fundamentales de la persona, ya sea social o cultural, por motivos de sexo, raza, color, condición social, lengua o religión, debe ser vencida y eliminada por ser contraria al plan divino. En verdad es lamentable que los derechos fundamentales de la persona no estén todavía protegidos en la forma debida por todas partes. Es lo que sucede cuando se niega a la mujer el derecho de escoger libremente esposo y de abrazar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación y a una cultura iguales a los que se conceden al hombre.   

Como en otras oportunidades hay una declaración de principios impecable: se condena cualquier tipo de discriminación por cualquier razón de sexo y u otras condiciones, sin embargo a la hora de sacar las consecuencias prácticas parece aplicarse lo contrario a lo sugerido en el evangelio: se mira más la mota en el ojo ajena que la paja en el propio. Pareciera que la discriminación de la mujer se dé más en culturas donde hay una falta de libertad ostensible que en Occidente, donde por ser más sutil no deja de ser más real.

De otro lado se reconoce la justa lucha de la mujer por sus reivindicaciones y se afirma que allí encontramos un signo de los tiempos; igualmente se sostiene que es necesario que ella tenga un espacio especial y responsabilidades concretas en el apostolado laical. Se afirma igualmente el que la iglesia siempre ha defendido y reivindicado a la mujer.

Sin embargo revisando detalladamente el Concilio desde la mirada y los intereses femeninos me voy a detener en dos limitaciones, ambas igualmente fuertes que se hicieron patentes en esos años y que siguen siendo patentes hoy.

De un lado no se reconoce a la mujer la posibilidad de un cambio radical y/o de cambios más o menos significativos en lo que respecta a entender su propia naturaleza, su vocación, su destino social. En el mensaje final de Pablo VI a las mujeres, al cierre del Concilio, se dice:

Vosotras las mujeres, tenéis siempre como misión la guardia del hogar, el amor a las fuentes de la vida, el sentido de la cuna. Estáis presentes en el misterio de la vida que comienza. Consoláis la partida de la muerte. Nuestra técnica lleva el riesgo de convertirse en inhumana. Reconciliad a los hombres con la vida. Y, sobre todo, velad, os lo suplicamos, por el porvenir de nuestra especie…

La iglesia reivindica la igualdad de la mujer y el que se le trate bien, pero todo ello sin contemplar el que pueda asumir destinos diferentes a una vida ligada a la maternidad. Las posturas católicas oficiales muestran estar ancladas en una concepción naturalista y biologista de los seres humanos, que desconoce totalmente la construcción socio-cultural de la sexualidad y del género. Por ello a las mujeres se les ligan prioritariamente con su maternidad como destino. Destino que ella debe asumir y que la limita además de que la carga de obligaciones morales y sociales. Las consecuencias nefastas para la sociedad en su conjunto las podemos ver la mayoría de los barrios de las periferias urbanas de América Latina habitadas por mujeres que sostienen el 90% de la vida y por hombres completamente irresponsables, itinerantes y ausentes.

Quizás lo que es más importante: Ni en el Concilio, ni después la iglesia católica ha asumido una tarea absolutamente urgente y  necesaria: Revisar a fondo, sin temores ni prejuicios el papel, la situación y la tremenda desigualdad de la mujer al interior de sus propias estructuras organizativas y pastorales. Mientras esta tarea no se cumpla, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que para las mujeres del mundo el Concilio no trajo una puesta al día.

La posición de la mujer al interior de la iglesia católica continúa respondiendo a un paradigma pre-moderno en el cual no se ha alcanzado la plena igualdad de derechos entre mujeres y varones. Se continúa denegando el acceso de la mujer al sacramento del orden y a la celebración de la eucaristía, elemento central de la vida cristiana. Las argumentaciones teológicas esgrimidas ya han demostrado su debilidad, igualmente las apelaciones a la tradición.

Es la cita de Sobrino con que iniciamos estas reflexiones: El Concilio impulsó muchas cosas en la iglesia, de cara a la sociedad en su conjunto, de cara a las otras formas religiosas… pero no realizó procesos de transformación estructural interna que permitiera dinamismos internos de cambios que ya eran necesarios en su momento, pero que hoy son urgentes.

Otro aspecto en el que se puede mirar el Concilio desde las mujeres, es en lo tocante a la Mariología. Fue un tema difícil, espinoso, ambivalente y al final contradictorio. Ya la declaración del dogma de la asunción en 1950 había generado mucho debate, la figura de María era además una de las barreras que separaban a los protestantes y católicos. La mayoría de los teólogos europeos influyentes en la preparación del Vaticano II apostaba porque se frenara la llamada divinización de María por parte de la religiosidad popular. Los conciliares bloquearon a María de Nazaret y quedó reducida a unos pocos numerales en el conjunto de los documentos.

La presión intelectual de los teólogos y de algunas teólogas logró racionalizar un poco más esta figura y hubo un gran avance en el sentido de que los ojos de los y las creyentes se volvieron hacia la mujer histórica, concreta y real que fue la madre de Jesús. En los años que siguieron al Concilio se profundizó mucho en la María de los evangelios y el Magnificat se convirtió en el himno de entrada a una nueva aproximación a la realidad de esta campesina judía. La Virgen de Guadalupe, la Aparecida  y otras advocaciones latinoamericanas se convirtieron dentro del paradigma de la teología de la liberación en una motivación y respaldo para la lucha de liberación de estos pueblos. En cualquier caso lo poco que se desarrolló fue una mariología centrada en Jesús.

El tema femenino  de fondo que ha acompañado siempre y acompaña la mariología, ese tema quedó intocado. En el concilio mismo y en la teología posconciliar. Catharina Halkes, una de las teólogas feministas que más ha escrito sobre la mujer María de Nazaret  y sobre su imagen nos dice:

Cuál es la verdadera María? Se ve ya la escisión en Efeso, donde María asume el puesto de la Diosa Diana o Artemisa y configura el misterio de la madre divina, que es indispensable para los hombres. Esto, de hecho da origen a dos Marías. Primero, la María de la doctrina de fe, que siempre vigila para que la persona de María se mantenga subordinada a la de Cristo, de manera que su esplendor no disminuya u oscurezca el esplendor de Cristo,  y en la que María debe su excelencia a la gracia de Dios y al nacimiento de Cristo. Segundo, además de esto está la María que vive en una piedad creciente y a veces extravagante, no sólo de parte del pueblo sencillo, sino también de hombres, santos y teólogos, como Bernardo. Esta piedad tiene un resplandor propio; es una reminiscencia que proviene de una necesidad primordial de lo que  da, nutre y preserva la vida. Mientras exista estas diferencias, seguirá la confusión, pero esto reta aún más a profundizar en el análisis[4].

Durante el desarrollo mismo del Concilio y en los años inmediatamente posteriores en la reflexión y espiritualidad católicas se soslayó  la realidad de María porque no se quiso abordar todo el tema de la imagen y realidad de la mujer que le estaban ligados. Fue necesario esperar a algunos desarrollos de la teología feminista para repensar a fondo el papel de la madre de Jesús en el panorama amplio del cristianismo y para revisar a fondo su estrecha vinculación con imágenes dañinas de la mujer, así como para proyectar nuevas imágenes que la acompañen en sus procesos de autoestima, autovaloración y liberación. 

Carmiña Navia Velasco
Cali – Agosto de 2012

 

 


NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA:
 
[1] Jon Sobrino: LA IGLESIA DE LOS POBRES NO PROSPERÓ EN EL VATICANO II.
  En: Revista Concilium Nº 346, Junio 2012, Pág. 92
 
[2] Juan XXIII, Por qué se convoca el Concilio Vaticano II,  25 de Diciembre de 1981.
  En: Vaticano II, Documentos – Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1967
 
[3] Gladys Parentelli:
  La Juventud católica en América Latina hasta la década del 60
  En: AA. VV., MUJER IGLESIA LIBERACIÓN. Ediciones 1947 CA – Caracas. Pág. 51
 
[4] Catharina Halkes: MARÍA EN MI VIDA. En: Schillebeeckx-Halkes: MARÍA AYER, HOY, MAÑANA
  Ediciones Sígueme, Salamanca 2000 – Pág. 105

sábado, 4 de agosto de 2012










PIEDAD CABALLERO VALLEJO, 
SEGUIDORA Y DISCÍPULA
DE JESÚS Y DE LA VIDA









Nacida en España, en Herrera – Palencia en la meseta castellana (España), Piedad desde muy joven se vinculó a la comunidad de las Hermanas de la Compasión, porque en ese carisma siempre se sintió a gusto en su forma de acercarse a la gente: pasión de empatizar, que la hizo entrañable e inolvidable como lo atestigua hoy el cariño con el que es extrañada y sentida en su muerte, en el barrio Alfonso López de Cali.

Hace sus primeros votos en el año 1961, es decir que participa en su primera juventud en todo el proceso de renovación eclesial y teológica que significa el Concilio Vaticano II, el 14 de Agosto de 2011 celebró en Cali, sus Bodas de Oro de vida religiosa.

En los primeros años 70, llegó a vivir a América Latina, continente que a partir de ese momento asumió como su patria grande. Su punto de llegada fue Venezuela, en donde vivió por 15 años. En la compañía de Pedro Trigo (jesuita venezolano) y de algunas religiosas más, inició su acercamiento y caminar en las propuestas de la Teología de la Liberación y de la opción por los pobres. Piedad se mantuvo fiel hasta el final de su vida a esta dinámica, con una exigencia permanente del cambio de la iglesia por el que luchó permanentemente y en el que confió desde el fondo de su corazón, siempre.

Hacia 1989 llegó a vivir a Cali, al barrio Alfonso López, en su tercera etapa. En este momento el barrio era el sector más recientemente poblado de la ciudad, populoso y marginal que albergaba población recientemente llegada y muy pobre. La incardinación de Piedad fue plena desde los mismos inicios. Hizo parte de la coordinación de religiosas insertas en medios populares (CRIMPO),  en Cali.

Trabajó siempre con mujeres y niños. Impulsó y fue co-fundadora desde su comunidad de la organización Fuerza Viva (mujeres de la tercera edad), desde su vinculación  a la parroquia San Alberto Magno, apoyó la catequesis, impulsó Comunidades Eclesiales de Base y trabajó en el colegio Santa Isabel de Hungría,  en este ambiente parroquial algunos la llamaban la monja tropera. Los últimos años estuvo muy entregada al comedor comunitario de López y a un servicio de salud de medicina alternativa para la población del sector. Igualmente los años 2010 y 2011, se entregó con mucha fuerza a apoyar a las víctimas del invierno en los alrededores del jarillón del Cauca.

Hace unos 14 años se vinculó al Círculo María de Magdala, nacido inicialmente como Comisión Mujer Iglesia  de la CRC (Coordinación de religiosos y religiosas) de la ciudad. Estuvo vinculada y fuertemente comprometida con este círculo hasta el final de su vida. Como compañera del círculo, recordamos a Piedad como una mujer entregada, una compañera siempre lista para servir, para apoyar, para acoger, para echar una mano. Desde siempre apoyó y asumió todas las dinámicas y compromisos del grupo…


Vinculó a las mujeres con las que caminó a las búsquedas del círculo. Nunca uniformó su pensamiento, ni abandonó sus convicciones más profundas. En nuestra búsqueda espiritual participó íntegramente y siempre mantuvo sus referencias vitales: el seguimiento a Jesús de Nazaret y su compromiso de fidelidad a la iglesia, a la que siempre reclamó algunos cambios: participación plena de la mujer y mayor compromiso con las causas de la justicia. Muchas mujeres del barrio Alfonso López se vincularon a nuestras concentraciones y celebraciones masivas.

El año pasado nuestro círculo de María de Magdala, conmemoró el centenario de la arquidiócesis, reconociendo a las mujeres que no habían sido mencionadas en la celebración eclesial oficial del año 2010. Piedad se involucró muy especialmente en toda la dinámica y el evento y a través de ella pudimos recuperar la memoria de Rosa María Zuluaga quien hizo posible la construcción del templo de la Divina Misericordia, conocida como la catedral de Aguablanca.

Piedad entregó su vida con un sentimiento permanente de alegría y felicidad. Con un ánimo y energías incansables que no dejaban ver que en su cuerpo avanzaban los años. Cuando cualquiera de nosotras o de las mujeres de su barrio, escuchemos la canción conocida en el subcontinente que nos habla de la promoción de la mujer:

¡Mujer de Latinoamérica, llegó tu hora, despierta ya, despierta ya!
Mujer de Latinoamérica, tu pueblo espera de ti la paz,
y que defiendas la vida, la misma vida que tu amor da!
¡Mujer de Latinoamérica, llegó tu hora, despierta ya, despierta ya!
Mujer de fina ternura que llena estás de solicitud
mujer que con el progreso que Dios existe no olvidas tú…
¡Mujer de Latinoamérica, llegó tu hora, despierta ya, despierta ya!


Veremos a Piedad levantando las manos con fuerza, para animar el canto. Ella disfrutaba con este canto de una manera muy especial y lo entonaba con su hermosa voz, con mucha fuerza.

La muerte la sorprendió cuando ni ella, ni nadie a su alrededor la estaba esperando. Viajó a España, como siempre lo hacía: su comunidad, su familia, sus amigas… Junto con Carmina, fueron a visitar a nuestra inolvidable amiga y compañera, Inmaculada.  Regresaba con ilusión y fuerzas para retomar su vida cotidiana y un infarto cerebral le destrozó el cerebro y se la llevó para siempre. Estamos convencidas hace parte ahora del círculo y la energía de la Divinidad.

Piedad, estarás siempre en nuestra memoria, en nuestros corazones.


Compartimos un texto escrito por ella, con motivo de la celebración de sus Bodas de Oro, en el vemos transparentado el corazón de oro  de Piedad:

Hemos dado gracias al Señor por tantos dones que de Él recibimos cada día. Al finalizar la Eucaristía no puedo por menos de agradecerles a todos ustedes con quien he vivido hermosas experiencias.
Gracias a mis HERMANAS DE Comunidad que jutas vamos haciendo realidad el Reino en esta bella Misión que el Señor nos ha confiado a través de la Congregación.Gracias a los Padres Teatinos con los que vamos haciendo camino en la construcción del Reino en la Nueva Evangelización. Gracias al Padre Miguel que ha llegado desde Siloé para acompañarnos en este día de acción de gracias.
Gracias al grupo Buena Noticia con quien empecé hace 20 años en el conocimiento de la Palabra de Dios y que ha permanecido fiel, creciendo cada día.
Gracias a la Comunidad camino de Emaús y Semillas de Esperanza a quienes acompaño en este proceso de Evangelización.
Cómo no agradecer a todo el Equipo de mujeres que cada día madrugan para preparar la comida a casi 100 personas en  la Olla Comunitaria La Compasión y con tanto cariño prestan este servicio voluntario.
Un agradecimiento especial también para todos los que colaboran en Fuerza Viva, esta      bella misión que realizamos entre todos y que manifiesta la Compasión de Dios.
Gracias a las hermanas religiosas y mujeres que formamos el Grupo de María de Magdala que me han ayudado a descubrir y valorar el papel de la mujer en la Iglesia y en el mundo.
Gracias a los niños de Infancia Misionera que me hacen sentir joven y hacerme niña como ellos.
Agradezcamos todos juntos también a todas las señoras que con tanta dedicación son  fieles en organizar la liturgia cada día con gran responsabilidad y entusiasmo en nuestra capilla.
Y gracias a todos y a todas las que hoy han querido acompañarnos en este día grande.    Que el Señor les pague por todo su cariño que demuestran con nosotras.  Gracias.
Gracias por la Congregación que con tanto cariño me acogió y donde fui descubriendo con fuerza tu amor compasivo que nos manifiestas en tu Hijo Jesús.  Gracias porque has querido que realizase mi misión en este hermoso Continente Latinoamericano.  Esta ilusión ya estaba en mi corazón desde que estaba en el colegio en la Infancia Misionera… ¡señor, qué grande eres y qué hermosos tus proyectos!
Gracias por los 15 años que estuve en Venezuela, pero sobre todo por permitirme vivir en este bello país, en este barrio de Alfonso López que con tanto cariño nos acogió y que nos demuestra cada día, esas entrañas de compasión que has puesto en cada uno de nosotros.  Gracias por estos 21 años que juntos vamos descubriendo tu amor misericordioso y que tantos momentos felices hemos vivido juntos.
Gracias por todas las Hermanas de mi comunidad que has puesto en mi camino para realizar juntas la misión que nos encomiendas cada día, gracias por las que ahora estamos y las que compartieron conmigo su vida en estos 21 años.
POR TANTAS COSAS COMO ME HAS DADO EN LA VIDA QUIERO DECIRTE: ¡GRACIAS, SEÑOR!
Nunca acabaría de darte gracias.  Es tanto lo que has dado, Señor…  Pero sobre todo hoy de un  modo especial estamos aquí para unir nuestra acción de gracias por estos 50 años de poder servirte en los hermanos. 
Gracias por permitirme serte fiel, por esta alegría que me desborda, porque a pesar de los años que tengo, mi corazón está lleno de vida, de amor y entusiasmo.
En este pueblo Caleño donde he aprendido a celebrar la vida y a vivir todo esto que ahora siento dentro de mi corazón.  
Por eso con toda la comunidad, con todos los que aquí estamos, vamos a darle  Gracias a Dios con este canto que tanto me gusta y que muchas veces lo cantamos.
HOY SEÑOR TE DAMOS GRACIAS POR LA VIDA, LA TIERRA Y EL SOL,  HOY SEÑOR QUEREMOS CANTAR LAS GRANDEZAS DE TU AMOR.
Gracias Padre, me hiciste a tu imagen y quieres que siga tu ejemplo, brindando mi amor al hermano, construyendo un mundo de paz.


SALMO  DE  ACCIÓN  DE  GRACIAS
ANTÍFONA  CANTADA
Gracias Señor, por tu amor infinito.
Desde siempre has pensado en mí.  Antes que mis padres existieran.
Ya me amabas y me conocías.  Eres grande, Señor, tu amor eterno.

Este amor se hace vida en mis padres que tú elegiste para darme el ser.
Gracias Padre Bueno, por haberme dado una familia con una fe sencilla,
pero sincera que fue creciendo también en mí.
Gracias por llamarme a la Vida de la Gracia, por el Bautismo y todos los sacramentos que han ido fortaleciendo mi fe.

Gracias por haberme puesto en el camino tanta gente buena que me han ayudado a conocerte y descubrir tu proyecto de vida sobre mí.   Sobre todo porque hiciste que llegasen las Hnas de la Compasión a mi pueblo, un pueblo pequeño, pero que ha dado muchas vocaciones a la vida religiosa.

POR TANTAS COSAS COMO ME HAS DADO EN LA VIDA QUIERO DECIRTE:  ¡GRACIAS, SEÑOR!

Gracias también por los sufrimientos y dolores que me hiciste pasar:
La muerte de mi único hermano cuando solo tenía siete años y yo diez.  La muerte de mi madre en plena vida, tan solo 41 años.   Luego mi enfermedad que me dejó paralizada por más de un año postrada, sin poder caminar en plena adolescencia.  En esos momentos tambaleó mi fe.  Perdóname, Señor por no haberme fiado de ti.

Gracias porque fue en ese dolor y soledad donde me hiciste descubrir el verdadero sentido de la vida y empecé a conocerte un poco más.  
Comprendí que tú eres el único que nunca fallas y siempre estás a nuestro lado.  Comprendí la frase que alguien me dijo en esos momentos de dolor:  “DIOS ESCRIBE DERECHO CON RENGLONES TORCIDOS”, a lo largo de mi vida lo he ido comprobando.

Cómo no voy a darte las gracias, Señor, por un padre tan bueno que me diste.  Él mismo me ayudó a realizar mi vocación, queriendo que fuera feliz.  Aunque él se quedase solo…  Pero tú hiciste todo bien, dándole una esposa buena y él también vivió feliz.

POR TANTAS COSAS COMO ME HAS DADO EN LA VIDA QUIERO DECIRTE:   ¡GRACIAS, SEÑOR!


En su despedida, Daniela Vega, la más joven del círculo, le escribió estas palabras.

Carta a una amiga:
Hoy un ángel ha emprendido vuelo de regreso al cielo. Hoy, ese ángel llamado Piedad Caballero Vallejo, está mirando a la Divinidad cara a cara, y de seguro, le estará contando todo lo que vivió en la tierra.
Piedad, desde muy joven  supo que su vida era seguir los pasos del maestro de Galilea, que su existencia tendría sentido sirviendo a los y las demás. Y, su entrega fue absoluta, sus ganas de generar cambio fueron totales. Debido a ese sueño de ayudar, de estar donde más se le necesitaba como toda seguidora de Jesús abandonó su patria (España), su familia y se encaminó a rumbos lejanos. 
Ese caminar la llevó a conocer muchos lugares donde trabajó por la comunidad, donde ayudó a construir espacios para que la fe creciera, donde lloró y rió, pero al final su corazón y sus manos laboriosas se quedaron en Colombia. Y amó este país, y amó más a la comunidad de Alfonso López, siempre salía en sus conversaciones ese amor por la gente con la cual y por los que trabajaba día a día.
Piedad, sabía muy bien que la persona que canta ora dos veces, por esos no era raro escucharla entonar siempre cantos de gracia; su cuerpo manaba una energía de eterna juventud, siempre activa y de caminar vigoroso.  Una mujer trabajadora que nunca se quedaba quieta porque según su filosofía: cada día debía ser vivido como si fuera el último, se debía dar lo mejor que guardáramos en nuestro ser y sonreír… estar alegres. Por eso siempre estaba planeando paseos, reuniones con las mujeres, trabajando con la niñez, haciendo rifas para recolectar fondos para mejorar los espacios de oración, (Y, tenía un poder inigualable para inventar y vender rifas)…
Piedad, en su último cumpleaños en una reunión con el colectivo María de Magdala, dijo que cada mañana al despertar se sonreía y daba gracias a Dios por el camino que había elegido. Se sentía una mujer feliz. Ella, sin duda, era una mujer feliz.
Hoy Piedad se ha ido a reunirse con la Divinidad, pero no nos ha dejado solas y solos nos ha dejado muchos recuerdos felices, el eco de sus voz cantando, su  tesón para trabajar, esa vitalidad contagiosa, su entrega… Y sobre todo la idea que debemos seguir trabajando comprometidamente  por un mundo mejor, como lo hizo ella.
Buen viaje, amiga.


Unos días después, esto escribieron sus compañeras de comunidad, las Compasionistas de Cali:

Muy queridas hermanas y amistades:
Después de unos días intensos por la partida definitiva de nuestra entrañable Hna Piedad queremos compartir con Uds. Ya la vez agradecerles su presencia viva a través de sus llamadas, correos, celebraciones, que han sido y siguen siendo una fortaleza para la Comunidad.
Su muerte ha sido ligera como su vida llena de vitalidad, servicio, optimismo, alegría, irradiaba a borbotones esa felicidad que viene de saberse hija amada y predilecta del Padre desde cada acontecimiento pequeño o grande de su vida ordinaria. La gente le llamaba “hormiguita”, cada mañana , todos los días, después de la oración se ponía en camino con su carrito de mercado para buscar el sustento de cada día para la olla comunitaria que tiene como comensales a cuantos predilectos de Dios se asoman. que son un aproximado de 80 a 100 personas.
Su espíritu misionero le empujaba a llevar la Buena Noticia a los diversos grupos junto con las otras Hnas. y laicos, su cariño especial a los niños de la infancia misionera le llevaba siempre a descubrir al Dios de la Vida , a través del canto, la música, el teatro y a proclamarle…
Su opción por Jesús pobre le llevó a su gran preocupación por los más necesitados, no escatimaba tiempo, descanso, hacía frente a toda dificultad, estaba dispuesta a dar lo mejor que ella tenía, también a ayudar a los otros a que compartan sus bienes, a vivir su solidaridad, en una palabra, a hacer vida lo que nos dice Mateo 25…
Su ser mujer íntegra le llevó siempre a trabajar y luchar por mujeres del barrio por su dignidad y ganar espacios en la familia, en el barrio, en la iglesia.
Después de un intenso trabajo pastoral se dispuso a vivir sus vacaciones en España, nos llevaba en su corazón, por eso no había una conversación, un encuentro con sus amigos españoles donde no saliera sus grupos y gente de Cali con quienes la Comunidad religiosa y laicos Compasionistas viven la Compasión.
La sorpresa de su accidente cardiovascular de regreso desde España a Cali, nos ha conmovido, su deseo de morir en Cali se hizo realidad. Pasó a las manos del Padre definitivamente el 11 de julio acompañada por la familia amplia de la Compasión en este país. Sus funerales han sido espacio de reconocimiento de su entrega a este pueblo colombiano, los testimonios con sentimientos de gratitud y amistad han sido los acentos más sonados en oraciones, en cantos, en rezos, la eucaristía ha sido presidida por Monseñor Juan Francisco Sarasti quien tuvo la gentileza de acompañarnos a pesar de su delicada enfermedad, se contó con la presencia sencilla, atenta de los Padres Teatinos y el P. Diego. Podemos cantar juntas y juntos, con esperanza y con la certeza de que Piedad goza de ese cielo nuevo y tierra nueva. ¡Aleluya, ha resucitado, no está aquí!